El
paseante airado se inició en noviembre pasado y concluye
ahora. Su autor puede asegurar que ha disfrutado mucho con estas anotaciones y
tiende a creer (en contra de lo que más abajo se apuntará) que será reincidente
en el género de los blogs. Está, desde luego, muy agradecido a sus lectores,
más o menos numerosos según temas y formatos, y a menudo francamente amables.
La serie que hoy concluye no fue proyectada como una ocupación fija de su autor,
sino más bien como un conjunto de textos que, llegado cierto momento no muy
tardío (quizás el final del curso académico pasado), habrían completado un
ciclo. No sé, la verdad, si el ciclo está completo, pero me parece que el
seguir adelante podía resultar fatigoso para muchos lectores. A veces lo
misceláneo puede acabar siendo más monocorde que lo que apunta a un solo
propósito. Dice tratar de cualquier cosa, pero a menudo acaba tratando
obsesivamente sólo de quien escribe, que rara vez es un tema interesante. Y,
cuando los lectores ven un texto con la única expectativa de encontrar “las
cosas de fulano”, más vale que fulano piense seriamente en dedicarse a otra
cosa. No tengo pruebas concluyentes, pero sospecho que la difusión digital
favorece lo anterior más de la cuenta. Al fin y al cabo, los blogs son asunto
de pandillas (grandes o pequeñas, pero siempre pandillas), y se parecen a
reuniones de amigotes en las que siempre se acaban contando los mismos chistes
y se habla mal de las mismas personas. Puede que, junto con algunos otros
escritos, lo que aquí ha venido apareciendo dé para un libro, aunque eso está
por ver, sobre todo porque al autor no le faltan tareas librescas que
completar. En caso de reincidir en esto, seguramente rehuiré el género de la
silva de varia lección. Les reitero mi agradecimiento y les envío mi más
cordial despedida.